jueves, 24 de julio de 2014

VÍCTOR ZURITA

 
Como docentes de la Policlínica Universitaria de la UEM, hoy nos corresponde despedir, con mucha nostalgia, al Dr. Víctor Zurita. Víctor, como lo llamamos todos, ha cumplido su faena de un año académico fabuloso, de manera fabulosa. Y se va porque quizás, a su juicio, ha culminado un ciclo, ha terminado de trazar el círculo perfecto de su quehacer de profe -que ya nunca podrá dejar de ser profe-, para ir hacia nuevos escenarios, a mayores desenvolvimientos, elementos que busca con desazón pues en él la superación es un cromosoma más en su núcleo de hombre ibérico y noble.

Trabajador de los fines de semana, impartidor -a diestra y a siniestra- de docencia de la buena, viajante desde su lejano hogar en Valladolid, viernes tras viernes, sábado tras sábado, por simple -y grandísimo- amor a la docencia, Víctor ha sido un tremendo referente para todos y cada uno de nosotros. Ha sido un compañero dulce y agradable, un caballero y un profesional del más alto nivel.

Mis recuerdos de aquellos primeros meses fríos, raros, en que apenas nos conocíamos entre nosotros, nos equivocábamos de nombres y de personas y no acabábamos de tomar por los cuernos la escurridiza historia clínica informática, están y estarán por siempre vinculadas a la imagen hermosa -por dentro y por fuera- del más vallisoletano y gentil de los profesores. Salíamos él, Conchi, la inefable Tatiana y yo, casi todos los sábados en la alta noche madrileña, muertos de cansancio y de frío y quiero creer que, pese a lo inespecífico de los comienzos y lo inestable y lo duro de ejercer la odontología en tiempos de tan dura crisis, éramos felices.

Quiero creer y quiero decir que éramos felices. No habría otra explicación para esta pena que siento ahora que sé que Víctor Zurita se nos va.

Salíamos de formar a chicos y chicas en un sótano que era un taller donde nosotros, también, nos formábamos. Quiero decir que nos la currábamos duro, perseguíamos toda la calidad posible y más allá, algo que en el Dr. Zurita es casi un sacramento.

Querido Víctor, tengo que escribir que admiro mucho esa capacidad tuya -a prueba de bombas- de incorporar a la vez tantos temas y sumergirte en tantos vericuetos de la especialidad. Quiero confesar que he visto en ti a un profesional constantemente inquisitivo, que no ha dejado de ser el estudiante que fue y será, que sabe -de una manera casi innata-, aquello que un reconocido profesor me dijo una vez en un hermoso claustro de la Complutense -acaso la mayor verdad que la docencia guarda-: la mejor forma de aprender, es enseñar.  

Yo llevaba casi un lustro de vida docente, y no me había percatado de eso que Víctor comprendió tan bien desde el primer momento. En el enseñar aprendiendo, en el no detenerse en un punto jamás, está el mayor mérito y el mejor legado que Víctor -quien se va porque quiere, aunque ninguno de nosotros quiere- nos deja.

¡Un abrazo enorme colega, amigo, hermano! ¡Mucha suerte!   



























1 comentario:

  1. Gley....que bonitas palabras. Victor se te quiere, sabemos que te ira de lujo donde quiera que vayas. Un placer!!!!

    ResponderEliminar